lunes, 12 de septiembre de 2016

EL GORRIÓN DE PARÍS

EDITH PIAF

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Edith Piaf, es sin dudarlo, la más grande diva nacida en Francia en el siglo XX, gracias a su hermosa voz, que combinada a una fantástica personalidad, le llevaron a ubicarse en un pedestal que a 45 años de su muerte (falleció en 1963), nadie le ha podido arrebatar.

Su historia comenzó en París, el 19 de diciembre de 1915, bajo el nombre de Edith Giovanna Gassion. A pesar de haber llevado una vida marcada por una infancia difícil (fue criada por su abuela paterna y las prostitutas del burdel que esta regentaba), problemas de salud (sufrió un cáncer de hígado), adicciones (es conocida su dependencia a la morfina), romances desafortunados (se le atribuyen relaciones con numerosas personalidades de la época) y, finalmente, una muerte prematura (a los 47 años),el gorrión de París sigue siendo una de las voces más recordadas de la canción francesa. Los siguientes temas son solo algunos de los que forjaron un legado perenne.

La generosidad de Piaf, la llevó a ser protagonistas de una serie de anécdotas, en las que destacó por su desprendimiento con el dinero, empezando con sus amigos, quienes tomaban sus pertenencias y dinero como propios, sus amores a quienes ayudó a lograr el éxito profesional, sus colegas a quienes apoyó incansablemente y los desconocidos, entre quienes figura la anciana que le vendía los periódicos y que enfermó gravemente haciendo que Piaf se compadeciera y le enviara su médico de cabecera, además de hacerse cargo de las cuentas de hospital y luego, cuando la anciana falleció, también se hizo cargo de su cremación y de conseguirle un lugar en el cementerio.
SUS AMORES.
Cuentan que la pulsión amorosa latente en Édith Piaf era tan grande que, cuando dormía junto a sus amantes, tenía los puños cerrados. He aquí la clave de que ella y la gran Billie Holiday -tan autodestructiva en el amor y en todo lo demás como Édith- fueran las mejores intérpretes de'Mon homme', una de las más bellas canciones del amado siglo XX. Era tanta la fuerza de la parisina al interpretarla que, apenas entonaba los primeros versos, ponía a las audiencias en pie. Y todavía es ahora, al cumplirse los cincuenta años de su muerte, cuando se sigue dando por sentado que esta inmortal pieza, original de André Willemetz, Jacques Charles y Maurice Yvain, popularizada por Fanny Brice en 1921, fue obra de Édith Piaf, quien empezó a cantarla en 1940.
Con todo, hay que disculpar el craso error pues, tanto el repertorio como la biografía de la mujer que simboliza como ninguna otra a París entendida como la ciudad del amor, gira única y exclusivamente en torno al amor. Hija de unos alcohólicos de vida turbia; hija, en fin, del abandono y la desgracia, la futura cantante buscó tan desesperadamente el amor hasta el final de su vida porque mientras crecía, entre el burdel de su abuela, el circo y la calle, le faltó.
Amó a Louis Dupont, el recadero que la dejó embarazada cuando sólo contaba 16 años. La niña que alumbró entonces murió cuando sólo tenía dos. Seguro que también amó a Louis Lepleé, el empresario que la descubrió cantando en la Place Pigalle y la puso a hacerlo en su cabaret con el nombre artístico de Édith Piaf. Aquel era el París mostrado en sus películas por Jean Renoir y Marcel Carné, el París del realismo poético francés, que asistía a una edad dorada de la 'chanson'. Todo era hermoso como una ilusión, que se truncó de pronto cuando Lepleé, a quien Édith llamaba 'papá', murió. Al punto, la joven Édith comenzó a beber.
Ajena a las servidumbres de la fama, Édith amó a cuantos hombres se le antojaron, dilapidando con todos su fortuna sin ser fiel a ninguno de ellos y sin el más mínimo pudor. "No me arrepiento de nada, barrí todos mis amores", proclamaría en su célebre 'Non, je ne regrette rien'. Entre aquellos amores de los años 30 destacó el compositor Raymond Asso, quien acabó de pulir su repertorio. Separados en el 39, cuando Asso fue movilizado durante la guerra, Édith se convirtió en la reina del music-hall yvivió un apasionado romance con Yves Montand, su compañero en los escenarios del Moulin Rouge.

Pero su gran amor fue el boxeador Marcel Cerdan. Se conocieron en el 45, en uno de los 'clubs' donde ella cantaba. El campeón estaba casado y el escándalo estalló en el 48. Édith precisaba tenerle siempre a su lado y Cerdan ya empezaba a descuidar su forma cuando el avión en que viajaba de París a Nueva York para ir al encuentro de la cantante, a la sazón reina del Carnegie Hall, se estrelló. Hundida por el dolor, empezó a consumir morfina. Fue a él a quien dedicó su versión más conmovedora de 'Hymne a l'amour'.

Ya al otro lado del juego del amor, comenzó a doblar la edad a sus amantes. Se dice que entre los hombres a los que amó después contabaMarlon Brando. Lo cierto es que tuvo romances con Charles Aznavour y el resto de los cantantes a los que catapultó. Con Georges Moustaki -quien escribió para ella 'Milord'- mantuvo una apasionada relación en el 58. El autor de 'Le métèque' la dejó cansado de sus borracheras. Lo que no fue óbice para que en 1981 la evocara emocionado en 'Si elle etendait ça'. Tras Moustaki llegó su último marido, el peluquero griego Theo Harapo, que la vio morir en 1963.

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/09/cultura/1381346809.html

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